miércoles, 13 de febrero de 2008

¡Sólo... para... lo... cos!

Usted, señor Goethe, como todos los grandes espíritus,
ha conocido y ha sentido perfectamente el problema,
la desconfianza de la vida humana: la grandiosidad del
momento y su miserable marchitarse, la imposibilidad
de corresponder a una elevada sublimidad del sentimiento
de otro modo que con la cárcel de lo cotidiano,
la aspiración ardiente hacia el reino del espíritu que está
en eterna lucha a muerte con el amor también ardiente y
también santo a la perdida inocencia de la naturaleza,
todo este terrible flotar en el vacíoy en la incertidumbre,
este estar condenado a lo efímero, a lo incompleto,
a lo eternamente en ensayo y diletantesco, en suma,
la falta de horizontes y de comprensión y la desesperación
agobiante de la naturaleza humana.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como soportarlo y ser feliz, no lo se me da la sensacion de que la necedad tiene algo que ver, dudo entre la mia o la de los demas. Me encantaria estar equivocado y que me enseñaras el camino que transforma a su paso el gris en un arcoiris y convierte las cadenas en medios para un fin.

Anónimo dijo...

La senda es gris salvo si la tiñes de esfuerzo. Tendriamos que empezar a luchar para intentar llevar las riendas de nuestras vidas y conducirlas hacia el lugar mas cercano a la felicidad o por lo menos creer en ello. El yugo del trabajo condiciona nuestra existencia de tal manera que acaba con ella.

Hada dijo...

Yo creo que existen recursos para sobrellevar todo tipo de situaciones, incluso las más terribles, solo hay que encontrar los resortes necesarios. La libertad, la felicidad, las emociones, estan dentro de nosotros. No debemos buscarlas en el mundo exterior, ni permitir que los yugos de la vida cotidiana, controlen tambien nuestras emociones. Hay una vida dentro y otra fuera de la caverna.